Cuando se tiene un hijo, se tienen tantos niños que la calle se llena
y la plaza y el puente
y el mercado y la iglesia
y es nuestro cualquier niño cuando cruza la calle y el coche lo atropella
y cuando se asoma al balcón
y cuando se arrima a la alberca;
y cuando un niño grita, no sabemos
si lo nuestro es el grito o es el niño,
y si le sangran y se queja,
por el momento no sabríamos
si el ay es suyo o si la sangre es nuestra.
Y cuando se tienen dos hijos
se tienen todos los hijos de la tierra,
los millones de hijos con que las tierras lloran
los que escaparon de Herodes para caer en Hiroshima
entreabiertos los ojos, como los niños de la guerra,
porque basta para que salga toda la luz de un niño
una rendija china o una mirada japonesa.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene todo el miedo del planeta
todo el miedo de los hombres luminosos
que quieren asesinar la luz y arriar la velas
y ensangrentar las pelotas de goma
y zambullir en llanto los ferrocarriles de cuerda.
Cuando se tienen dos hijos
se tiene la alegría y el ay del mundo en dos cabezas,
toda la angustia y toda la esperanza,
la luz y el llanto, a ver cuál es el que nos llega,
si el modo de llorar del universo
o el modo de alumbrar de las estrellas¨.
Se trata de Andrés Eloy Blanco, un poeta venezolano que falleció décadas atrás y que a sus propios hijos les habló de este modo y del modo que sigue:
¨Tengo dos hijos, tierra; tengo dos hijos , cielo
el andar que buscaba para el último paso,
las alas que pedía para el último vuelo.
Tengo mis dos pastores, igual que Garcilaso.
Seis años cuenta ahora mi charro turbulento,
ocho mi niño tácito, mi sabio taciturno:
aquél hice de chispa. Y este de pensamiento.
Buenos días hijos míos
mis pequeños amigos, mis mejores amigos.
Esta tarde de regreso de la escuela hablaremos
de cómo puede el aire con la tierra,
de cómo puede el hambre con los días,
de cómo puede el frío con la piedra,
de cuánto pesa una montaña de oro
y de cómo el dolor puede con ella...
de cuán pesada es la pobreza humana
y de cómo el amor la lleva a cuestas...
de cómo tiene el pescador del río
un pié en el río y otro pié en la estrella¨.
Andrés Eloy Blanco
Venezuela - 1958