Admirado por la maravilla superlativa que me permite ser y desde aquí estar sintetizando y escribiendo pensamientos, la misma maravilla que permite que Tu puedas estar allí siendo, leyendo y entendiendo aquello que escribo.
A esa maravilla silenciosa y laboriosa que a todos sostiene, armoniza y cura. Incansable maravilla que se ocupa continuamente de nuestra armonía física y mental, que permite que fluyamos y avancemos conduciendo cuerpos sensibles y sorprendentes hacia donde se nos antoja. A esa maravilla hoy y en adelante rindo homenaje y los convoco a todos a rendirle homenaje, a intentar conocerla y tratar de comunicarnos con ella.
Creo que lo tiene más que merecido acordarnos de ella.
Nos admiramos y fascinamos por las cosas que somos capaces de hacer, y de ciertamente, a nuestras escalas de acción, hacia el exterior, somos capaces de hacer sutilezas increíbles. Meso, micro y macro cosmos son dimensiones que manejamos con destreza y nuestra tecno, nos deja boquiabiertos a cada avance relevante, en una acelerada cascada de crecimiento. Todo esto y mucho más hacemos, sin embargo, todo ello lo hacemos sin siquiera recordar o tomar en cuenta que hay algo o alguien que está haciendo todo lo necesario para que cada sutil aspecto de nuestro cuerpo funcione debidamente, regulando nuestro pulso, aliento y digestión, generando energía por intercambio iónico o cicatrizando una herida sin que debamos distraer nuestra atención en ello.
Aquel quién sostiene todo lo que nos sostiene y hace funcionar sin reclamar atención personal. Aquel que nos asiste silencioso, independiente de nuestra presencia, que no falla, que siempre se hace cargo, se ocupa de lo necesario para que podamos fluir lo más libremente gobernando la dirección y el sentido del cuerpo que él sostiene.
Sabio admirable de vasta comprehensión que de todo se encarga para que nosotros podamos ser y que también se encarga en cada reino, cada especie, de sostener y cumplir las armonías necesarias para que se produzca la dichosa existencia de cada una de ellas.
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